¿Pueden pensar realmente los ordenadores? Hace medio siglo aproximadamente que el matemático Alan Turing planteó esta pregunta y diseñó un test para comprobarlo. El famoso test de Turing, desarrollado en 1950 para determinar si una máquina es inteligente o no, se utiliza todavía hoy en día para poner a prueba a los diferentes sistemas de inteligencia artificial que se van desarrollando y valorar sus avances. En torno a él, han surgido algunas competiciones, como el Premio Loebner de Inteligencia Artificial, en el que cada año diversos chatbots compiten tratando de hacerse pasar por humanos.
En el test de Turing, la máquina debe intentar engañar a los jueces para que piensen que es un humano. La prueba consiste en mantener una conversación escrita sobre cualquier tema. Si las respuestas del ordenador son indistinguibles de las de un humano en al menos un 30%, pasa la prueba y se puede afirmar que “piensa”.
En el caso del Premio Loebner, los jueces chatean con dos pantallas a la vez, tras las cuales se ocultan un humano y un ordenador. Durante cinco minutos de conversación pueden hacerles todo tipo de preguntas y una vez finalizado el tiempo deben determinar, en función de sus respuestas, cuál de los dos es la máquina y cuál el humano.
Si se equivocan o no están seguros, se considera que el programa ha conseguido engañarlos. En cualquier caso, siguiendo los criterios de Turing, el programa deberá hacer dudar acerca de su identidad al menos a un 30% de los jueces para que se considere que ha pasado la prueba.
Por ahora, ningún ordenador lo ha conseguido, aunque algunos han estado muy cerca:
- En 2008, por ejemplo, participaron en el Premio Loebner de Inteligencia Artificial seis programas informáticos o “entidades de conversación artificiales”: Alice, Brother Jerome, Elbot, Eugene Goostman, Jabberwacky y Ultra Hal. Como parte de la prueba, los seis tuvieron que responder a las preguntas planteadas por humanos voluntarios de la Universidad de Reading, en un intento por convertirse en primer sistema que “piensa”. Finalmente, ninguno consiguió superar la prueba, aunque Elbot estuvo cerca, consiguiendo engañar a 3 de los 12 jueces, por lo que ganó la medalla de bronce y 3.000 dólares, que se entregan al mejor de los sistemas de inteligencia artificial participantes.
- En 2010, la ganadora y medalla de bronce del Premio Loebner fue Suzette, un chatbot femenino desarrollado por Bruce Wilcox (Puedes probar a chatear con ella en este enlace).
- Wilcox es también el desarrollador de Rose, la ganadora de las dos últimas ediciones, 2014 y 2015, pero que también se quedó en medalla de bronce.
Los otros dos premios disponibles serían la medalla de plata, premiada con 25.000 dólares y la medalla de oro, con 100.000 dólares.
La medalla de plata se otorgará al primer chatbot que consiga, no solo hacerse pasar por humano, sino también convencer a los jueces de que el humano es la máquina.
En cuanto a la medalla de oro, se otorgará al primer chatbot que los jueces no sean capaces de distinguir de un humano durante un test de Turing que incluya descifrar y entender texto, imágenes y audio. Si algún chatbot logra hacerse con este premio se acabaría la competición.
Sin embargo, ningún chatbot hasta la fecha ha conseguido hacerse con ninguno de los dos.
Habría que ver qué tal lo harían sistemas como Watson, de IBM o Amelia, de IPSoft. O Jill Watson, desarrollada por investigadores del Instituto Tecnológico de Georgia y utilizada por un profesor de inteligencia artificial del Instituto como profesora de apoyo en uno de sus cursos en línea. Jill estuvo dando clase durante seis meses y, durante todo ese tiempo, ninguno de sus alumnos se percató de que no era humana.
En un futuro, si las máquinas logran triunfar en este tipo de pruebas, podrían llegarse a plantear dudas acerca de si un ordenador puede ser o o realmente “consciente” y si los humanos tendrían ‘derecho’ a desconectarlo en ese caso.
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